Resulta que estaba dormido plácidamente, era viernes, y los viernes mi madre se levanta un par de horas antes que yo, como es de esperarse, siempre me despierta. Este viernes no fue la excepción, así que se despidió de mí y se fue.
Me costó trabajo volver a conciliar el sueño… estaba acostado… las luces apagadas… de repente, escucho que se abre la puerta de mi casa, pero el algoritmo del ruido era idéntico al que usa mi madre cuando se le olvida algo: Rápido y escandaloso.
Pero así como se abrió la puerta, una inseguridad y una preocupación recorrieron mi cuerpo, traté de llamar a mi madre pero no me salía la voz… de repente una figura de un hombre delgado y alto entra a mi recamara y se para derecho en una especie de formación militar, como si esperara que en cualquier momento llegaran más como él.
Como había vivido esa experiencia que algunos conocen como “se te subió el muerto”, lo que hice fue rápido prender mi luz, sólo tuve que estirar mi brazo para hacerlo, ya que sabía que si es que llegaban más entes me iba a ser más difícil hacer algún movimiento para despertar mi cuerpo.
Ya con la luz prendida me relajé, fui a por un vaso de leche fría y sentí la sensación de frescura recorrer mi cuerpo. Me acosté nuevamente, apagué la luz orgulloso por mi proeza, y me acomodé para dormir.
Cuando concilié el sueño fue cuando empecé a soñar verdaderamente una locura.
Por azares del destino estaba sentado en un rincón de una clase en un salón repleto de niños de 8 años más o menos, pero de entre todos los chamacos, había uno que era conocido para mí: Dewey, el niñito que sale en la seria de Malcolm in the middle.
El chamaco, junto con los demás niñatos, estaban causando un mega desmadre, de esos en los que las butacas vuelan y los niños le dan zapes duros al profesor que está amarrado boca arriba en su escritorio. Los escuincles estaban saliéndose de control, cuando entró el padre de Dewey: Hal, entró nervioso y corriendo, como siempre lo hace en la serie. Me preguntó cómo estaba la situación, medio le expliqué y fue a tratar torpemente de arreglar el desmadre de su hijo, quien era el líder de los demás niños.
Como era de esperarse, los niños dominaron al inseguro hombre, entonces se me acercó y me preguntó algo bastante desconcertante: “¿Qué juego de vídeo compro para que se calmen estos chamacos”? (no con esas mismas palabras, pero es la esencia).
Anonadado por la pregunta de Hal, me quedé pensativo… varias ideas pasaron por mi mente, aún recuerdo algunas: Fatal Frame, Resident Evil, Dino Crisis, Manhunt… Silent Hill… ¡Pero claro!, ¡qué pendejo!: ¡¡SILENT HILL!! Le grité al padre de Dewey. Sí, ese juego los va hacer tener mucho miedo a los cabrones, pero compra el primerito, ese los va hacer que se caguen del susto.
Y Hal salió a toda prisa por el juego. Momentos después llegó con la caja de Silent Hill 1 y con un cañón para proyectarlo en la pared de enfrente.
Nota al margen: A partir de este punto voy a empezar a relatar cómo comenzó el juego y un par de detalles de la bizarra historia del mismo. Si quieres mentarme la madre, adelante, porque la historia del Silent Hill de mi sueño fue violada analmente con un tubo oxidado. Cabe aclarar que sólo aceptaré cebollazos de parte de verdaderos gamers, no de pendejos que sólo maman Halo.
En primer plano, se ve al oficial Matute (el de Don Gato) dando uno de sus acostumbrados paseos y jugando con su macana o como se llame el palo ese que traen los policías, lo único que tenía aquella escena de macabro, era que el paisaje de alrededor estaba cubierto de óxido y sangre como se acostumbra en la serie de Silent Hill.
De repente, se topa con una calabacita, pero se veía tiernita, y le hace: ¡Bu!; como cuando se quiere asustar a un niño pequeño, Matute se cae de nalgas y los niños empiezan a irrumpir en carcajadas… yo estaba anonadado con ese comienzo del juego…
Discretamente volteé a ver Hal, quien me mentaba la madre por haberle recomendado esa chingadera de juego, yo me disculpaba con la mirada. Estaba yo atónito, incluso en mi sueño recordaba que el principio de Silent Hill 1 era cuando el wey choca y se le pierde su hija.
Total que Hal en su noble e iluso corazón le tuvo esperanza a la trama del juego, que más que videojuego se convirtió en una película porque nadie tenía un control de Playstation en las manos.
De ahí todo saltó a que el Conde Pátula va subiendo unas escaleras igualmente llenas de óxido y sangre, y cuando llega hasta el final, se topa con una monita de esas de anime e irrumpen en una emocionante batalla al estilo de las caricaturas japonesas.
En eso mi despertador sonó y fue hora de irme a la escuela… snif… tan chingona que estaba esa batalla. Pero lo que más miedo me dio no fue el juego-película en sí, más bien lo que me aterró es que fue demasiada popó en mi cabeza.
