miércoles, 1 de febrero de 2012

Relacionando comida con mujeres.

No sé qué me pasa últimamente, no sé qué le está pasando al blog, me meto a revisar las últimas entradas y la neta hasta como que me dan pena. Y no es lo que está escrito per sé, de algún modo; por bizarro que este sea; por algo los escribí, en ese momento sentí ese “algo” que me empujó a redactar los últimos posts, lo que en realidad pienso que ya está mal es lo que ronda por mi cabeza.

Seamos sinceros queridos lectores, las últimas tres entradas han tratado de lo mismo: las mujeres. No sé a qué se deba este fenómeno, sobre todo porque; cuando se supone que debí haber sido feliz, no lo fui; y cuando se supone que debí haber estado triste, es cuando veo las cosas buenas de la vida.

Nunca me he considerado una persona “rara”, es extremadamente difícil definir la rareza, y es por eso que me considero como alguien “del montón”. Pero las personas que tengo a mi alrededor se han encargado de decirme que soy alguien bien pinche raro, y tanto me lo recuerdan que el día de hoy me lo he terminado por creer, vamos a poner un ejemplo para darle al lector una idea más o menos de lo que está ocurriendo.

A mí, Abraham, me encantan las hamburguesas, soy fan de ellas, de hecho he llegado a pensar seriamente que mi última comida sea una doble de todo, no obstante, sé que son dañinas. Pueden pasar semanas, incluso meses sin que me coma una sola hamburguesa, y en ese transcurso se me pueden antojar cabrón, al grado en el que las sueño, pero cuando por fin llega el anhelado momento de comerme una, en el instante en el que doy el primer mordisco lleno de grasas saturadas, carne, piña y aderezos, es cuando me pongo a pensar “no mames, pinche hamburguesa, me va a hacer un chingo de daño, sin mencionar lo que engorda”.

Esa situación se repite no sólo una, si no varias veces, entrando así en un círculo vicioso que, de un tiempo para acá, me ha estado jodiendo la vida bastante. Cualquiera con un poco de IQ podría pensar: No mames Cangrejo, si tanto te complican la vida las hamburguesas entonces empieza a tragar pizza.

¿Y saben qué?, ese pensamiento está lleno de razón, el pedo aquí no es el que saco, si no más bien que no sólo es con la comida, si no todo lo que pasa en mi vida: Amor, escuela, familia y cualquier otro aspecto importante que ahorita no me viene a la mente; tiene el mismo patrón de comportamiento.

Pondré como último ejemplo a mi última ex novia, que, al igual que con la tierra del Quijota “de cuyo nombre no quiero acordarme”.

El caso es que conocí a ésta chamaca por mediados de abril del año pasado, y, al igual que una hamburguesa, se me antojó bien cabrón, al grado de que me hice una chaqueta pensando en ella.

Nota al pie: Ya saben que este blog está lleno de leperadas, así que no se quejen.

Conforme la fui conociendo más se me fue antojando (aunque las chaquetas se mantuvieron en un número estándar), conforme se me fue antojando… digo, conforme la fui conociendo más me la quise comer (¿la hamburguesa o mi ex novia?, no sé, se lo dejo a su conciencia), no le tomé mucha importancia a lo mucho que podría engordarme, o a esas grasas saturadas que estaban alrededor de ella, sólo me importaba el sabor.

Cuando anduve con ella, fue cuando el sabor pasó a segundo plano, en ese preciso instante comencé a sentir que engordaba (yo, no ella), comencé a sentirme pesado, incluso sentí miedo de tener un infarto debido a la grasa de la carne.

Ahora que ella se ha ido, no puedo más que imaginar el sabor ya no de una hamburguesa hawaiana, si no de una rusa, tal vez una mexicana… mmm… con harta pechuga esta vez… sí…

Bueno mis estimados, los dejo, se me antojo una garnacha…me pregunto de qué será esta vez…

No hay comentarios: