Por un lado, estaba la hermosura del cuerpo desnudo de Eva, segurito que, cuando Adán despertó de la operación y lo primero que vio fueron las curvas desnudas de su nueva compañera, no cayó de lleno en sus redes, puesto que él nunca había visto una fémina.
Pero conforme fue avanzando el tiempo, y Adán fue escuchando la voz de Eva, fue cayendo en una especie de hechizo, (está científicamente comprobado que la voz de la mujer que te trae de cabeza te hace un desmadre en la misma). Eva fue amaestrando a su hombre: lo mandaba de caza para que él arriesgara el pellejo y ella podía quedarse tranquilamente… tal vez ahorita te estés preguntando: “¿Porqué chingados él lo obedecía”? Fácil.
Eva sólo con menear la pelvis en forma seductora sabía que tenía a Adán bajo sus garras, sabía que con el simple acto del sexo tenía loco a su compañero y podía controlarlo a conveniencia, y si no me creen, la viva prueba fue que ELLA LO CONVENCIÓ de que se tragara la manzana prohibida y los embargaran del paraíso.
Y así con los siglos, las mujeres fueron domando a sus hombres, pasó con los cavernícolas, quienes se iban a trabajar…. Digo, se iban de caza y las mujeres se quedaban a platicar pendejadas con las demás mujeres que mandaban a sus hombres a cazar ratas-venados.
Hoy día, hay mujeres que alegan querer igualdad, otras tantas dicen que ya no quieren ser como las de antes; casarse con alguien más o menos de dinero, tener hijos y quedarse en casa todo el día a mirar Televisa, esas mismas mujeres dicen que no necesitan de un hombre para salir adelante, hay licenciadas, ingenieras (muy feas pero las hay), psicólogas y con muchas otras profesiones, según ellas, para no depender de un hombre para lograr una vida plena.
Pero ellas mismas se cagan en el pastel cuando un hombre no es caballeroso con ellas: “¿Qué te crees que estás con tus amigotes o qué?”, “a ver cuándo te cortas ese pinche cabello”, y demás frases son las vivas pruebas de que sólo buscan condescendencia cuando les conviene.
Pero no me malinterpretes maestro, porque no le estoy echando tierra a las féminas, todo lo contrario; he de admitir con una mano en la cintura (y un dedo en el culo) que los momentos más felices de mi vida han sido al lado de una mujer; esas risas que no paraban hasta que llegaba el momento de irse cada quien a su casa, esos momentos en los que un simple abrazo podía anestesiar un dolor familiar, aquellas noches en las que se estaba en la cama pero no se dormía, aquellos momentos en los que ofrecí mi hombro incondicionalmente para que la novia en turno se desahogara… todos y cada una de esas memorias quedan atesoradas en la parte feliz de mi memoria.
Pero como dije antes, la costilla de Eva es un arma de dos filos. También varios de los momentos más difíciles y de los tragos más amargos que he tomado son gracias a las féminas; esas noches sin poder dormir pensando en ella, esas clases en las que no podía poner atención, esas comidas favoritas con sabor a plástico, esas canciones tristes, esas lágrimas, todo eso ha sido derramado por culpa de una o más mujeres.
En más de una ocasión me han pasado cosas culeras, no estás para saberlo ni yo para contarlo; no te lo cuento porque sé que estás ocupado en cosas más importantes, de hecho no sé si leas esto algún día, pero si lo haces, te mando un saludo bastante caluroso desde el centro de México.
Admito que hubo un tiempo en el que odié a las mujeres (excepto a mi madre y unas cuántas tías), también odiaba el amor, eran ya tantas chingaderas las que me habían pasado que creí que siempre sería lo mismo y entré en una racha de “mala suerte”. Lo de mala suerte lo puse entrecomillado porque tuve muchas mujeres, dios… la cantidad de féminas que tuve, todas hermosas (con excepciones claro está), pero de todas ellas, sólo una no me destruyó…
En fin, desde que conozco su filosofía maestro, me di cuenta de un montón de cosas.
La primera y la más importante: Me di cuenta de que si sufrí así, fue enteramente mi culpa, y no porque haya metido la pata en la relación ni mucho menos, si no que, cuando mis relaciones terminaban, era yo el que no me quería, si hubiera conocido la filosofía “fusariana” en el acto, apuesto que ahora sólo tendría la mitad de las malas memorias. Pero a pesar de todo, usted maestro me ayudó a superar todas esas cosas.
Gracias a don Fabio Fusaro me di cuenta de que, para que alguien me quiera, primero debo quererme yo, que cuando una mujer dice que le gusta algo, en realidad le gusta otra cosa, que cuando descubren que estás muerto, estás muerto. Que cuando voy es porque vengo… y cuando vengo es porque voy, que son conchudas y hay que eliminarlas de las redes sociales, que a veces hay que mandarlas al campo sin rienda, como los caballos de carreras, que hay que dejar que duden siempre, y un montón de enseñanzas.
Pero la más grande de todas sus enseñanzas, fue la de quererme a mí mismo y darme mis propios ánimos, puede que suene medio acá, medio espiritualista, pero neta, cuando te quieres a ti mismo, se te abren puertas (y otras cosas) que ni siquiera sabías que existían.

Gracias Fabio.
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