lunes, 5 de octubre de 2009

Pinche dejavú.

De las cosas más extrañas que le puedan pasar a uno en su vida se encuentran los famosos dejavús, es en serio, ni los infartos, ni una operación de hemorroides se compara con un dejavú.

El otro día me encontraba acostado en la mañana viendo a mi techo (que no es blanco, más bien como color carnita), tratando de encontrarle figura a la pintura. Ahí, en medio de mi ociosidad, me levanté a hacer del baño, pues la noche anterior me había ido de juerga (cosa que merece un post aparte), fue entonces cuando todo pasó tan de repente que casi me dio miedo, pero no.

Bueno, el punto es que, cuando abrí el refri, tuve una especie de dejavú. Todo pasó tan rápidamente frente a mis ojos, pero al mismo tiempo tan claro. Así es, presencié el momento en el que estaba naciendo. Muchos podrían pensar que me los estoy choreando, pues déjenme decirles que no, es verdad: Cuando abrí mi refri vi cómo nací.

La primer sensación que experimenté fue una punsación en mi cabeza, la verdad me espanté de primera instancia, pues no sabía si era normal experimentar semejante dolor, pero después de ver a mi madre en la labor de parto, supuse que esas punsaciones que estaba experimentando, eran producto de los pujidos de mi progenitora.

De ahí, mis visiones se empezaron a hacerse borrosas, yo le adjudiqué mi experiencia a la cruda, así que saqué una botella de agua mineral, me dispuse a prepararme unos picosos chilaquiles y a regresar a mi calvario matutino.

El enlace que yo mismo creé entre comerme mis deliciosos chilaquiles y regresar a la cama para acostarme se vio interrumpido por otra terrible visión; resulta que, mientras trataba de abrir el agua mineral, mi menté se inundo por una especie de vacío emocional, aún no puedo describirlo, pero si tuviera que hacerlo a grandes rasgos, me sentí como en un gran pozo dónde estaban excavando con una gran máquina de perforación; a decir verdad fue bastante raro…

Ya después, un poco asustado y mareado regresé a lo ancho de mi cama, me sentí un poco más tranquilo, no obstante, había algo que perturbaba mi pensamiento…

De repente, comencé a sentir esas extrañas pulsaciones pero ahora con más fuerza, y además de todo, las sentía en un punto específico de mi cabeza…

A las tres horas desperté en mi habitación, todavía aturdido por el dolor de cabeza de las pulsaciones y de la cruda del día anterior, me levanté para intentar vestirme y tratar de hacer un poco de labor provechosa, cuando por fin, tuve una última visión; de hecho, fue la más clara de todas.

Resulta de tal suerte que todas esas visiones eran una especie de pistas, unas pistas para que yo pudiera llegar a una respuesta, “la” respuesta.

Siempre he tenido una gran duda con respecto a mí físico; pues tengo una especie de depresión en el cráneo, de hecho es más bien un hoyo.Y pues no encontraba yo ninguna explicación a dicha interrogante. Pero mis visiones me estaban mostrando el camino.

Tras un largo análisis, decidí consultar con el único ser que sabía que había pasado con exactitud mientras yo era sólo un zigoto… Mi madre

Cuando le pregunté al principio se hizo mensa, pero con mi impecable insistencia, cedió.

Me dijo “Pues sí, yo sé la verdad que está detrás de ése hoyo que tienes en la cabeza. Cuando apenas yo tenía tres meses de embarazo, pues tu padre me hacía el amor, y pues… este… la verdad tenía un chilote…y pues yo sentía que pegaba contra algo… nunca imaginé que fuera tu cabeza… por eso tienes ése pinche agujero en tu cabezota”

Debo admitir que aquella confesión me dejó totalmente tranquilo. Le contesté:

Qué bueno que venía yo de cabeza”

A lo que mi perpleja madre me cuestionó:

¿Por qué?

A lo que le contesté con tono aliviado:

“Imagínate que hubiera venido yo de nalgas, nos cogen a los dos”