miércoles, 14 de noviembre de 2012

El Cangrejo contra los fraudes Ponzi

Es bien sabido que, para encontrar trabajo en este bendito país, hay que sufrirle mucho, en primera para encontrar algún sitio en donde estén requiriendo tus servicios, en segunda, para que te contraten; con eso de que a veces hay gente más preparada que tú, es difícil que el reclutador o el encargado de contratar el personal te llame para que vayas a hacerte pendejo a su empresa.

Aunado a esto, hay muchas personas que están concientes de todas las circunstancias descritas en el párrafo de arriba, y aprovechan las debilidades de la gente vulnerable ante la vida (pendejos) para hacer su agosto con fraudulentos planes de trabajo, y por si esto no fuera poco, usan artimañas y engaños para engancharte y hacerte tomar una decisión errónea… siendo sinceros, prefiero estar bajo los efectos del alcohol para poder arrepentirme, al menos así liberas endorfinas.

Bueno pues, resulta de tal suerte que en estos últimos días he estado buscando un trabajo “decente” para sustentar mi vida escolar y uno que otro vicio, así que ahí me encontraba yo, enfrente de una vitrina llena de anuncios con trabajos varios. Felizmente tomaba nota de nombres de empresas, teléfonos y nombres genéricos de “licenciados”.

Con mi sonrisa, mi pluma y mi libretita de Colgate estaba, cuando un anuncio de unos almacenes captó mi atención, ya que se ofrecía un pago semanal de 960 bolas, noté que dicha “empresa” (es importante notar el entrecomillado) estaba a unas cuántas pocas cuadras de mi ubicación, así mismo, también vi que estaba a buena hora para llenar una solicitud de empleo, ir a dejarla y mentir en una entrevista.

Ni tardo ni perezoso, hice lo antes enlistado y me encontraba frente a un tipo que me dijo que, básicamente, mi función sería la de presentar productos registrados en tiendas comerciales, o como en lenguaje ‘chairo’ se diría, “regalar muestritas a los transeúntes”. Sinceramente, con una mano en la cintura (y un dedo en el culo), estaba yo bastante emocionado, ¡me iban a pagar por regalar pendejadas y verle las nalgas a las peatonas!

Pero el mundo, dentro de su inmensa lógica (así se llama, chingo a mi madre si no), tenía otros planes para mí, no diré que malos, porque, dentro de todo lo que pasó en aquél día después de mi entrevista en esa “empresa”, dista de ser malo, paradójicamente tampoco es bueno.

El caso es que, llego al recinto donde, supuestamente, me iban a decir quién era mi supervisor, a que tienda nos iban a mandar, y el producto que íbamos a regalar, aquí quiero hacer notar que todas las actividades mencionadas están conjugadas en el verbo “ya valió verga”.

Estaba yo citado a la una de la tarde, así que, como es de esperarse para mi primer día de trabajo, llegué con veinte minutos de retraso, entré, un tipo me pidió mis papeles y mi credencial de elector, la cual, como sabrán, en este país sólo sirve para identificarte, por que no puedes elegir ni madres con ella.

La primera media hora transcurrió en una “capacitación” que no vale la pena describir, pero era comparable con una función del payasito Chupijas y el Costeño, sólo que con un lenguaje un poco más folklótrico (¿sí es con “k”?). Cuando llegó la hora de la verdad, nos asignaron a una especie de súper chingón en el área de las ventas, aquí fue cuando me atacó la primera duda.

“¿Ventas?, ¡A chinga!, ¿pero que no íbamos a regalar pendejadas?, ¿no será como esa vez que a la hora de la hora me salieron con que tenía que vender perfumes?, nel, no lo creo, aquella vez nunca salimos de la oficinita aquella y nos pidieron 400 bolas para los dichosos perfumes del Doctor Simi, la verga qué, además, estamos por salir al mundo exterior, seguro iremos a Plaza Aragón, allá habrá buen ambiente y mejores perras, a huevo, se me hace que sí me lanzo”.

Todo el párrafo de arriba lo pensé mientras salíamos a cazar una combie que tuviera lugares para todo mi “equipo” de trabajo, una vez arriba del mencionado transporte público, las ideas de suicidarme me atacaban más y más, yo y el “supervisor” éramos los únicos trajeados, y nuestros compañeros no eran nada alentadores.

Nos acompañaba un chiflado de dudosa orientación sexual vestido como para ir a la tienda por cigarros, y que se puso sus peores tenis porque le dio hueva buscar los buenos, un par de señoras que venían hablando con el supervisor de nuestra misión, quienes se encontraban discutiendo las diferencias entre los cuates y los gemelos, y una chica de 25 años que vivía con sus cuatro hijos, de los cuales, dos eran cuates precisamente.

Finalmente, llegamos a nuestro destino, el metro Moctezuma, tal vez ahora el lector esté pensando que ahí no hay ninguna plaza comercial, y no podría estar más acertado, en efecto, ese lugar está más seco que la entrepierna de la Madre Teresa, una vez en suelo firme, el supervisor a quien llamaremos de ahora en adelante como “ese pinche ruco”, sacó de un maletón un montón de mantelitos de navidad… sí, leíste bien, sacó un putazo de PUTOS MANTELITOS DE NAVIDAD.

Para este punto, ya no tenía salida, estaba en un lugar desconocido en el lejano Estado de México. Entonces ahí me encontraba yo, rodeado, de lo que entonces yo pensaba que eran una bola de pendejos, ese Pinche Ruco, y aproximadamente diez kilos de mantelitos de navidad.

Y así, con mis dos kilos de mantelitos de navidad (térmicos), una de mis mejores camisas, mis únicos zapatos, mi bola de pendejos siguiéndome, ese Pinche Ruco, y mis ganas de suicidarme, emprendí el camino. Para no hacer el cuento más largo, hicimos una caminata comparable a la que hacen los aldeanos cada 12 de diciembre hacia la Basílica.

Mis únicos zapatos me estaban matando los juanetes, para cuando estábamos perdiendo la cordura, pude socializar con la chica de los cuatro hijos, su nombre era Mary, nos sentamos a fumar un cigarro y coincidimos que aquella situación era una gran mierda. Como estábamos ‘peinando’ un tianguis que los colonos de la zona organizaron, estábamos separados de Pinche Ruco y los demás; lo que nos dio la oportunidad de emprender la fuga, así que nos encaminamos, y mientras íbamos de regreso, nos encontramos con una de las señoras de matrimonio fallido.

El extraño trío emprendía el camino, pero teníamos un pequeño inconveniente, Mary no tenía dinero para los pasajes, y conservábamos en nuestro poder varios de los PUTOS MANTELITOS DE NAVIDAD.

Así que, el pedo estaba oliendo así para estos entonces:
Teníamos, entre los tres, aproximadamente tres kilos de mantelitos de navidad.
No reuníamos el dinero suficiente para los pasajes.
Yo tenía mucha hambre.
La señora de los cuatro hijos comenzó a hecharme el perro.
Mis pies no de respondían.

Cualquiera podría pensar que, con las características antes enlistadas, nos quedaban dos caminos: Esperar a Pinche Ruco y terminar el día con él o bien, vender los mantelitos y sacar para nuestro pasaje de regreso.

Obviamente, decidimos mal-baratar cinco de los paquetitos y poder así, tener dinero para regresarnos, pero había otro pequeño inconveniente: No sabíamos cómo chingados regresar. Así que la señora más grande decidió preguntar a un habitante de aquella pequeña aldea, y felizmente, recibió instrucciones de la pequeña ciudadana.

Pero si sólo hubiera recibido instrucciones, tal vez no me hubiera tomado la molestia de publicar esta mamada, no no no no, sinceramente, no escuché la conversación entre las dos doñas, lo único que vi fue que se estaban apalabrando, cuando de repente, vi que la ciudadana de aquella pequeña aldea sacaba de su bolsa para el mandado una bolsa de nopales, y de su delantal sacaba una moneda de diez pesos y se la entregaba a mi compañera de “trabajo”.

No lo podía creer, ahí me encontraba yo, con una de mis mejores camisas, mis únicos zapatos y un par de señoras; ahí estaba yo, comiendo tacos de nopales y agua simple en una bolsa de plástico transparente, pensaba para mí mismo que la imagen debería ser fotografiada y mínimo, ser llevada al lienzo por el señor del afro que pintaba cuadros en el canal 11 (se me olvidó su nombre).

Para estos entonces, ya habíamos conseguido cincuenta varos gracias a que malbaratamos los PUTOS MANTELITOS DE NAVIDAD. La situación ya estaba componiéndose, no tuve que gastar dinero, gracias a los nopales de la señora y sus diez pesos, pudimos comprar comida. Y gracias a los mantelitos, pudimos regresar sanos y salvos a la puta “agencia” donde tenían secuestradas nuestras credenciales de elector.

Una vez que estuvimos ahí dentro, nos topamos con una cosa bastante peculiar, uno de los estafados, estaba ahí esperando a Mary, nos compartió que todos los reclutados para la titánica labor de vender los mantelitos, habían reaccionado como nosotros, y desistieron, de hecho corrió la leyenda de que un vivo se largó con todos los mantelitos que le fueron asignados.

Una vez que tuvimos esta información, nos dispusimos a enfrentar a los tipos que se encargaron de montar todo el fraudecito este. Por supuesto que ya estaban esperándonos, puesto que éramos de los últimos en regresar… tal vez aquél conjunto de oficinas sea cruel y se aproveche de las necesidades de los vulnerables ante la vida (pendejos), pero no son idiotas.

Sabían nuestros nombres, y el número de mantelitos que se nos fueron asignados, a mí y a la señora del matrimonio fallido (nunca supe su nombre) nos regresaron nuestras IFE’s ya que no pudimos vender una chingada. A Mary fue a la que, obviamente, le faltaban los cinco mantelitos que nos facilitaron el regreso.
Tengo la teoría de que Pinche Ruco y la agencia chupa sangre tuvieron una llamada en la que se compartió la información de quienes éramos y cuales eran nuestros planes. De cualquier manera, la agencia chupa sangre estaba al tanto de todo y, haciendo honor al nombre, estaba dispuesta a bajarle cien varos a Mary.

Dentro de todo, la suerte me sonrió, si bien nunca había visto a Mary y a la señora del matrimonio fallido, me cae de madre que son de las mejores personas que he tratado, y en situaciones así, me parece que los tres pusimos nuestra mejor cara a aquella situación de mierda. Así que, aunque en ese momento no tenía un peso, intercambié números con Mary para posteriormente pagarle el dinero, ya que en esos instantes, su IFE estaba retenida en la Agencia Chupa Sangre.

Yo no contaba con que Mary tuviera contactos en las altas esfera de la injusticia mexicana. Mary hacía llamadas a diestra y siniestra. Lo bueno del asunto es que no tuve que lidiar con puercos ni nada parecido. Ya que los ejecutores de la agencia se dieron cuenta de que se los podía cargar la tía de las muchachas, voluntariamente le entregaron la credencial a Mary y todos vivieron felices para siempre.

Ya sin mamada, al menos ahora recuerdo con una risa de “no mames”, porque al final de cuentas, recordé que aún hay gente en este mundo que vale la pena, y aunque no mucho, le hicimos perder a la Agencia Chupa Sangre unos cuántos pesos.