miércoles, 21 de diciembre de 2011

Carta a Fabio Fusaro.

Ahhh… las mujeres, cuántas cosas no giran alrededor de estos seres tan hermosos pero a la vez, tan complicados y, me atrevo a decir que peligrosos. Sin duda alguna, cuando dios (sí, con minúscula) decidió crear a Eva de la costilla de Adán, no estaba conciente de que en realidad, esa “costilla” era un arma de dos filos.

Por un lado, estaba la hermosura del cuerpo desnudo de Eva, segurito que, cuando Adán despertó de la operación y lo primero que vio fueron las curvas desnudas de su nueva compañera, no cayó de lleno en sus redes, puesto que él nunca había visto una fémina.

Pero conforme fue avanzando el tiempo, y Adán fue escuchando la voz de Eva, fue cayendo en una especie de hechizo, (está científicamente comprobado que la voz de la mujer que te trae de cabeza te hace un desmadre en la misma). Eva fue amaestrando a su hombre: lo mandaba de caza para que él arriesgara el pellejo y ella podía quedarse tranquilamente… tal vez ahorita te estés preguntando: “¿Porqué chingados él lo obedecía”? Fácil.

Eva sólo con menear la pelvis en forma seductora sabía que tenía a Adán bajo sus garras, sabía que con el simple acto del sexo tenía loco a su compañero y podía controlarlo a conveniencia, y si no me creen, la viva prueba fue que ELLA LO CONVENCIÓ de que se tragara la manzana prohibida y los embargaran del paraíso.

Y así con los siglos, las mujeres fueron domando a sus hombres, pasó con los cavernícolas, quienes se iban a trabajar…. Digo, se iban de caza y las mujeres se quedaban a platicar pendejadas con las demás mujeres que mandaban a sus hombres a cazar ratas-venados.

Hoy día, hay mujeres que alegan querer igualdad, otras tantas dicen que ya no quieren ser como las de antes; casarse con alguien más o menos de dinero, tener hijos y quedarse en casa todo el día a mirar Televisa, esas mismas mujeres dicen que no necesitan de un hombre para salir adelante, hay licenciadas, ingenieras (muy feas pero las hay), psicólogas y con muchas otras profesiones, según ellas, para no depender de un hombre para lograr una vida plena.

Pero ellas mismas se cagan en el pastel cuando un hombre no es caballeroso con ellas: “¿Qué te crees que estás con tus amigotes o qué?”, “a ver cuándo te cortas ese pinche cabello”, y demás frases son las vivas pruebas de que sólo buscan condescendencia cuando les conviene.

Pero no me malinterpretes maestro, porque no le estoy echando tierra a las féminas, todo lo contrario; he de admitir con una mano en la cintura (y un dedo en el culo) que los momentos más felices de mi vida han sido al lado de una mujer; esas risas que no paraban hasta que llegaba el momento de irse cada quien a su casa, esos momentos en los que un simple abrazo podía anestesiar un dolor familiar, aquellas noches en las que se estaba en la cama pero no se dormía, aquellos momentos en los que ofrecí mi hombro incondicionalmente para que la novia en turno se desahogara… todos y cada una de esas memorias quedan atesoradas en la parte feliz de mi memoria.

Pero como dije antes, la costilla de Eva es un arma de dos filos. También varios de los momentos más difíciles y de los tragos más amargos que he tomado son gracias a las féminas; esas noches sin poder dormir pensando en ella, esas clases en las que no podía poner atención, esas comidas favoritas con sabor a plástico, esas canciones tristes, esas lágrimas, todo eso ha sido derramado por culpa de una o más mujeres.

En más de una ocasión me han pasado cosas culeras, no estás para saberlo ni yo para contarlo; no te lo cuento porque sé que estás ocupado en cosas más importantes, de hecho no sé si leas esto algún día, pero si lo haces, te mando un saludo bastante caluroso desde el centro de México.

Admito que hubo un tiempo en el que odié a las mujeres (excepto a mi madre y unas cuántas tías), también odiaba el amor, eran ya tantas chingaderas las que me habían pasado que creí que siempre sería lo mismo y entré en una racha de “mala suerte”. Lo de mala suerte lo puse entrecomillado porque tuve muchas mujeres, dios… la cantidad de féminas que tuve, todas hermosas (con excepciones claro está), pero de todas ellas, sólo una no me destruyó…

En fin, desde que conozco su filosofía maestro, me di cuenta de un montón de cosas.

La primera y la más importante: Me di cuenta de que si sufrí así, fue enteramente mi culpa, y no porque haya metido la pata en la relación ni mucho menos, si no que, cuando mis relaciones terminaban, era yo el que no me quería, si hubiera conocido la filosofía “fusariana” en el acto, apuesto que ahora sólo tendría la mitad de las malas memorias. Pero a pesar de todo, usted maestro me ayudó a superar todas esas cosas.

Gracias a don Fabio Fusaro me di cuenta de que, para que alguien me quiera, primero debo quererme yo, que cuando una mujer dice que le gusta algo, en realidad le gusta otra cosa, que cuando descubren que estás muerto, estás muerto. Que cuando voy es porque vengo… y cuando vengo es porque voy, que son conchudas y hay que eliminarlas de las redes sociales, que a veces hay que mandarlas al campo sin rienda, como los caballos de carreras, que hay que dejar que duden siempre, y un montón de enseñanzas.

Pero la más grande de todas sus enseñanzas, fue la de quererme a mí mismo y darme mis propios ánimos, puede que suene medio acá, medio espiritualista, pero neta, cuando te quieres a ti mismo, se te abren puertas (y otras cosas) que ni siquiera sabías que existían.




Gracias Fabio.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Hasta luego, y gracias por todo el pescado

Hay tantas cosas que pasan ahora mismo por mi mente, tengo que estudiar un buen de cosas y repasar otras cuántas, me cargan la mano en los ámbitos laborales, se vienen las posadas, el amor, la amistad y demás cosas homosexuales pasan por mi corrupta cabeza. Si a todo esto le agregamos los recientes acontecimientos como el robo a la pelea de Márquez (quien peleó como todo un dios Azteca), o la reciente metida de patas del aspirante a la presidencia de México en la FIL: Enrique Pena Miento, podría decirse que mi mente es un revolvedero de ideas, sentimientos y cábula, ya que he querido bloggear acerca de dichos acontecimientos, pero, por “engas o merengas”, no se han cocinado esos posts, y eso es debido a que, como lo mencioné antes, la vida me trae a pan y verga, y lo peor de todo es que el pan se acaba bien rápido.

Pero no mal interprete, en realidad me va bien, es sólo que escribir esto a estas horas (cuando mañana temprano hay cosas por hacer) me hace sentir culpable, por aquellito de la irresponsabilidad. Pero ni pedo, mi cerebro anda esponjocito y llegó la hora de la escribida.

Y hablando de cerebros, qué cosa tan magnífica es esa que tenemos bajo el cráneo, gracias a este músculo es que podemos manejar todos los aspectos de nuestras vidas. Incluso nos ayuda a sobrevivir… ¿qué?, ¿crees que exagero?, pues no, en realidad sí lo hace, y si no me crees, chécate este ejemplo.

Imagínate la siguiente situación:

Después de un largo día, en el que tus jefes te regañaron por culpa de unos mocosos pendejos, estás cansado y tienes las piernas bastante adoloridas… en eso uno de tus mejores amigos te llama y te propone que hay que irse a chelear porque él también tuvo uno de esos días culeros.

¿Reacción del cerebro?

A pesar de que tuviste un día de mierda, cuando tu cerebro registró la palabra “chela” inmediatamente le da la orden a tu organismo de que hay que ponerse las pilas, por lo tanto, tus piernas vuelven a responderte como si acabaras de levantarte.

Estando ya en el bar y platicando con tu cuate notas que te sientes bien, con pila, olvidas tu apestoso día y comienzas a platicar con tu amigo, en medio de la plática, recuerdas que los cigarros en ese bar son muy caros, así que ambos apuran sus cervezas y se encaminan a un lugar donde tengan cigarrillos por un precio justo.

Cabe mencionar que el mencionado lugar no está cerca, y ya que son altas horas de la madrugada caminas, pero no lo notas, ¿razón?, estás ebrio. Pero no te importa, porque aprecias demasiado a ese amigo y porque… no lo sabes… pero simplemente no lo notas.

Todo transcurre como lo planeaste: Llegaron sanos y salvos al OXXO, compraron una caja de Lucky Strike, un encendedor y unas Sabritas para el bajón. Regresaron igualmente sanos y salvos al bar y pagas la siguiente ronda.

Tres chicas se les acercan y les hacen la plática a ti y a tu amigo, intercambian números con la promesa de llamarse para mirarse después en un lugar más privado y menos ruidoso. Y así lo hacen, pero esa no es la situación que deberías estar imaginando, pinchi puerco.

Cuando están más ebrios y carburan menos sus cerebros, tú y tu amigo se despiden de las chicas que regresaron a su mesa a sentarse y del dueño del bar, a quien ya conocen, y se van caminando a sus casas, porque repito: es tarde y no hay transporte.

Cuando vas caminando solo por la calle a las cuatro de la mañana, un par de tipos te cierran el paso y al grito de “ya valiste verga” uno de ellos te agarra por la sudadera.

Reacción del cerebro.

• Corta el estado de ebriedad de tu cuerpo para que puedas reaccionar rápido. En otras palabras, se te baja la peda del pinche susto.

• Analiza la situación minuciosamente. O sea, te estás fijando para dónde chingados correr.

• Medita las probabilidades: “Me tiene por la sudadera, así que si corro, se la quedará, aunque esta chamarra no me gusta tanto, por otro lado, tengo mi celular y un chingo de dinero en la bolsa, así que la sudadera no importa tanto. Sí, que se la quede el cabrón.

• Ya que el plan estuvo trazado y tienes todo bien calculado, recuerdas que te duelen un chingo las piernas, y que si corres será sólo para enfadar a los agresores, pero el cerebro es chingón, porque ya que trazó todo el plan, sabe que no es necesario conservar el sentido del raciocinio, así que le corta a tu organismo el poder de pensar para dárselo a tus piernas y que así, puedas correr lejos de esos hijos de la chingada.

¿Muy excesivo el ejemplo?, tal vez, pero si has estado en una situación similar sabrás que es verdad.

¿Todo esto porqué lo hago?, la verdad no tengo idea, si me conoces en persona sabes que suelo dar muchos rodeos antes de tocar un tema fijo (gran defecto de mi persona). El caso es que mi cerebro hizo sus chingonerías y me ayudó a superar una situación que me venía partiendo las bolas desde hace mucho.

¿Alguna vez han leído el libro de IT de Stephen King?, ¿no?, bueno, me pasó algo parecido (no, no se me apareció un payaso ni nada por el estilo). El caso es que en dicha obra literaria, los personajes son atormentados por un monstruo que tiene la habilidad de transformarse en el más grande miedo de la víctima. A los personajes principales que son siete no puede matarlos porque son siete, y ese es un número de la suerte.

El caso es que los niños sobreviven y siguen sus vidas, todos se van del pueblo exceptuando a uno. Crecen pero sus recuerdos de la infancia son reprimidos, en parte por el monstruo y en parte por su cerebro; el cual decidió en una parte de la vida de sus dueños que crecer con semejante trauma haría sus vidas infelices.

Cuando el niño que se quedó en el pueblo se da cuenta de que el monstruo ataca de nuevo, llama a sus ex amigos para que lo ayuden a combatirlo. Cuando reciben la llamada comienzan a recordar su niñez, pero no la recuerdan de putazo, porque sus cerebros no lo permitieron, es como si tú de repente recordaras TODAS las pesadillas que has tenido desde que saliste del útero de tu madre. Supongo que te volverías loco (al menos yo sí).

Los personajes recuerdan de a poco y sólo lo esencial, hasta que de plano “matan” al payaso y pueden regresar a sus vidas.

El caso aquí es que el cerebro de los personajes fue un factor importante que el autor exprimió para darle un toque de credibilidad a su obra (muy buena por cierto), si no hubiera sido por sus cerebros, el payaso se hubiera comido a los siete, de hecho mata a uno, el más miedoso y sugestivo.

Mi cerebro también fue decisivo para poder sobrellevar una situación que me impidió concentrarme en las cosas que debería haberme concentrado.

El pedo fue que una novia que tuve hace tiempo me dejó, así de la nada (bueno, en realidad teníamos unos pedos bien gruesos – y de aquí se desenlazan todos los ejemplos de posts pasados-) pero a mí eso me tomó por sorpresa: Mi cerebro no se lo esperaba, ya que tenía otros deseos en mente.

Así que nos tomó a mí y a mi cerebro (sí está mal dicho ¿y?), un tiempo planear una estrategia que me ayudara a superar la situación, y sólo había de dos sopas:

• Regresar con ella (que lo intenté)

• Olvidarla (que lo logré)

Pero hubo algo que detuvo todos y cada uno de mis planes, y fue que actuaba con el corazón y no con la mente, porque para pensar está la mente, y para sentir está el corazón, y yo lo hacía todo al revés; es como si quisieras agarrar con un pie un vaso con agua y tomártelo, y que, encima de todo, tengas en malas condiciones tu pie. ¿Es casi imposible cierto?

Cuando las aguas estuvieron un poco más calmadas, me comenzó a ir mejor en la vida fue cuando pude pensar las cosas más fríamente y caí en cuenta de lo que en realidad debería hacer: Olvidarla.

Y para eso mi cerebro tuvo una idea que, hasta la fecha, tengo ganas de sacarlo de mi cabeza y darle un beso. Recapitulé los hechos de la separación y me repetía: “me dejó por otro”. Lo sé, suena como una gran pendejada, pero a mí me funcionó. Cada que la recordaba mi cerebro automáticamente repetía “me dejó por otro” y lo que podía convertirse en un bonito recuerdo que me llevaría a una llamada telefónica se convertía en un amargo trago que sólo los videojuegos (en esos tiempos Conker y Silent Hill me sacaron del hoyo) podían endulzar.

Mis llamadas telefónicas se fueron haciendo menos cotidianas, salía de juerga con mis amigos y me la pasaba bien en general. Y como un perro fiel que aprendió un truco, mi cerebro seguía repitiéndome “te dejó por otro”, y ese pensamiento cada vez se hacía menos pesado. Los recuerdos bonitos de la relación fueron ocupados por la imagen de un Cangrejo que cargaba una cruz, por un Cangrejo al que le costaba conciliar el sueño, por un Cangrejo al que le costaba prestar atención en clase, por un Cangrejo que no disfrutaba las cosas que antes disfrutaba.

Mi cerebro, sabía que si me mostraba esas imágenes, dejaría de idolatrar una figura que sólo fue eso, una figura que idolatré, sin saber a ciencia cierta lo que estaba detrás de ella. Aunque lo hizo cruelmente, porque el dolor que arrastré no se lo deseo ni a mi peor enemigo. Pero como dije, el cerebro es chingón, tal vez fue una manera cruel de llevar las cosas, pero puedo decirte que adelantó el proceso en demasía.

Porque así como que me mostraba esas crudas imágenes, también me recordaba que podía hacerlo, que yo también valía algo, que si mi ex pareja no supo o no quiso nada más de mí, ese fue su problema, y , aunque suene ególatra, ella se lo perdió, y lo mejor de todo: llegaría una mujer con la que me llevaría mejor, que me valorara por cómo soy… en fin… me llegaría algo mejor, era cuestión de dejárselo al destino.

Y el destino hizo lo suyo, conocí a una magnífica mujer, bella, inteligente, mal hablada y una hija de su pinshi madre, o sea, alguien totalmente compatible con su servilleta el Cangrejo. Cuando la conocí no pasó nada en ipso facto, tal vez razonablemente, pero ese no es el tema. Otra vez mi cerebro hizo de las suyas, recordándome que soy atractivo a otras mujeres y que, con la mente en donde debe de estar, puedo conseguir ese algo.

¿Nunca te ha pasado que estás en la escuela tomando un apunte pero tienes la cabeza en otro lugar?, ¿no te ha pasado que cambias una palabra por otra parecida, pero que no tiene coherencia?, algo así pasa cuando quieres algo pero estás pensando en otra cosa.

Por ejemplo, buscar pareja. Cuando tu pareja te deja –por otr@- la reacción siempre es “buscaré otra”. Gran error. Porque para estar bien con alguien más, tienes que estar bien contigo mismo, ya que si tu vida es problemática, agregar a otra persona sólo la hace más problemática, y no es porque seas un pendejo, es simplemente que tu cerebro, inconscientemente, busca ese bien estar personal.

Y eso fue lo que pasó. Conocí a la nueva chica, pero no pasó nada, simplemente hablamos y, al menos yo, disfruté de esa electricidad que siento en mi cuerpo cuando alguien me encanta. Tiempo después salimos, y otro tiempo después nos enteramos que, cada quien por su parte y sin que el otro influyera (del todo) habíamos sufrido mucho con nuestras relaciones pasadas.

Ahora mi cerebro manejó la cosa de otra manera aún más rara, me hacía recordar a la nueva chica: Las cosas fueron mejorando exponencialmente. Conseguí un trabajo de algo que me gusta, mis relaciones sociales volvieron a ser lo que eran antes y por supuesto, conocí gente nueva. Increíble lo que un simple pensamiento puede hacer, ¿no?

Comencé a salir con la chica nueva y, el proceso de digerir a la chica anterior (mi ex novia) se terminó, era hora de que mi ex diera un pequeño paseo por el tobogán de porcelana o sea, la taza de baño. No fue difícil, de hecho, me brindó el mismo placer que tengo cuando hago unos trozos de popó mientras leo el Universal.

Con la chica nueva se llegó a un acuerdo mutuo: Estamos llevando las cosas por las buenas, lentamente, sin prisas, sin ataduras, sin querer que un clavo saque otro clavo. Y debo admitir con una mano en la cintura (y un dedo en el culo) que me agrada la nueva chica, me agrada mi nueva vida.

Cuando me di cuenta de que estaba preparado para la nueva relación, fue un día que, pasaba por la facultad de mi ex, era de noche, así que era casi imposible que ella pasara por ahí, así que prendí un cigarrillo y me senté en el mismo lugar en el que la esperaba cuando la iba a visitar.

Y mi cerebro, nostálgico por aquella situación, me mostró unas imágenes que, estoy seguro son el fruto de la difícil situación que viví varios meses atrás. Te mentiría si te digo que me mostró a mí y a mi ex tomados de la mano en nuestras épocas de felicidad, eso quedó en el pasado, aunque he de admitir que ese es un bonito pasado.

Me mostró un Cangrejo fuerte, que se vale de si mismo, que sabe cuando pintar la línea del “amor” con la del “entregado”. Me mostró que yo también valgo, y que, si alguien no lo sabe apreciar, se puede ir a chingar a su madre de puntitas ¿cómo la ven pinchis cristianos?

Mientras el cigarro se consumía podía ver la facultad de odontología (nótese como dicha facultad no goza de los lujos de las mayúsculas), y ya no veía dolor, al contrario, veía un edificio en donde miles de estudiantes se preparaban para vivir bien, porque sinceramente creo que la facultad de odontología no le va a brindar nada bueno a este país, de hecho ni siquiera va a brindarle algo malo, no le va a brindar nada (tengo argumentos por si alguien se me pone garza).

En fin, mis fantasmas del pasado, son eso: pasado.

Agradecimientos especiales a mi cerebro, sin él, sería como Paris Hilton o alguna de esas pendejas cabeza-de-aire.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Caras vemos...

Yo sé que el post pasado dije que el blog se iba al congelador por la carga excesiva de deberes que traía encima, de hecho, ahora que estoy escribiendo éste par de líneas me siento algo culpable, tengo un chingo de cosas por hacer, pero, curiosamente, no puedo concentrarme en ninguna; traté de medio encaminar el propósito de mi vida y no pude, quise leer un libro titulado “El Alquimista”, de’sos libros que tras terminarlos hasta te hacen sentir bonito, traté incluso de hacer unas cuantas ecuaciones (esta última actividad me relaja bien cabrón). Fallé en todo.

Solo una cosa está en mi cabeza, y es esa cosa la que me trajo hasta aquí, enfrente de mi computadora, con el Word abierto, un cenicero, una cajetilla nueva de cigarrillos, y silencio absoluto. Sí, cuando escribo me gusta estar en total tranquilidad.

Hoy, queridos míos, voy a romper dos de las reglas más valiosas que tengo en este blog y en mi vida. La primera es hablar directamente de mi vida personal, y la segunda, romperé mi palabra y voy a postear en mi blog… lo sé… soy algo más bajo que la basura, pero según el consejo de amigos bloggeros (checad las ligas de la derecha) hablar de la vida personal. A muchos les podría sorprender que YO tenga principios, pues lamento desilusionarlos, pero los tengo… no muy elevados, pero los tengo.

Si hay algo que me caga más que Chespirito, Woody Allen y Ricardo Arjona juntos son las pinches mentiras; antes de que alguien se me ponga garza, yo sé que mínimo el 90% de la gente en este mundo miente, curiosamente yo procuro no mentir (risas incrédulas del público), trato de decir las cosas como son (más risas más incrédulas) y para darle un toque ‘chic’, le imprimo un toque de sarcasmo a lo que digo.

Las mentiras se me hacen lo más bajo que una persona puede caer, a veces, sé que se miente para tratar de no herir a las personas: primer error.

Vamos a llevar un ejemplo bastante simple para que se ponga en evidencia que “mentir para no herir a alguien” es una verdadera pendejada.

Supongamos que tronaste con tu novio(a) (¿alguien ha notado que ese es el ejemplo más común en ese blog?), ahora supón que ella tiene otro cabrón bajo sus garras, pero no te lo dice para “no lastimarte”, no sé tú querido lector, pero para mí es más cómodo lidiar con la realidad, por muy cruda que sea, a tratar de lidiar con una irrealidad. Porque seamos sinceros, cuando lidias con algo que es real, le das soluciones reales; cuando lidias con algo irreal, le das soluciones irreales, y no solucionas ni madres, sólo vives en tu propia lámpara de lava mental… y para vivir en una lámpara de lava mental, sinceramente, yo prefiero el LSD.

Yo siempre he tratado de ser sincero con mis sentimientos, con mis acciones y en general, con todo lo que hago, y aquél que tiene la desgracia de conocerme en persona lo sabe: si confianza es lo que me pides, confianza es lo que doy. Pero tal parece ser que, debido al malévolo país que tenemos (entiéndase México), que es controlado por televisoras, periodistas de la talla de Adela Micha y el ‘Ticher’ Dóriga y por una bola de pinches chinos, las mentes de los jóvenes está tan envenenada que les cuesta comprender algo tan simple como un “te quiero”.

Lloro por el futuro de nuestro país…

P.D. Sí hace bien escribir sobre uno mismo en el blog.

P.D.2. Yo sé que este post estuvo bastante sobrio, así que, en un afán por darle a
usted algo de información útil, le voy a dejar un par de improperios, para que los imprima y, cuando sienta la necesidad de usarlos, lo haga como mejor le venga en gana.

Puto.

Pendejo.

Por su atención, gracias.