domingo, 18 de julio de 2010

Lenguaje matemático

Leyendo un post del Falso Profeta, me llegaron recuerdos, de mis épocas doradas, de cuando era un pobre niño imberbe que se dedicaba a la vagabundancia (¿si se dirá así?). El caso es que dicho escrito me remontó a mis años gloriosos cuando vitoreaba los goles del PUMAS (pinche horror), me saltaba mis clases de matemáticas, y albureaba a cuánto ser con falda se me cruzara.

He de ser sincero, ésas no fueron mis mejores épocas, pero como dije (y repito porque creo que es importante), era un morrito imberbe que no sabía de las cosas buenas de la vida (sólo del alcohol), que reprobaba materias (lo sigo haciendo), que tenía fracasos amorosos (Gracias a Alá, eso ha mejorado), que no fumaba, pero sobre todo, que no sabía sumar una puterrísima fracción (aunque dichas aberraciones me siguen castrando la madre).

Así es, querido lector, antes yo odiaba las matemáticas, para mí, eran lo peor que podía existir en el mundo después de Chespirito. Aún recuerdo que, cada que alguien me preguntaba “¿Qué carrera quieres estudiar?”; yo, invariablemente, así fuera el más respetable maestro, lo mandaba a chingar a su madre con un gesto agresivo y le decía “Cualquier cosa que no tenga que ver con las pinches mates” (tal vez la palabra “pinche” no la usaba con todos, pero el gesto agresivo sí).

Creo que el parteaguas de mi odio hacia dicha materia se debe a un pendejo, quién creo aún sigue con vida, este ser humano que despertó en mí esa bestia poderosa porta el nombre de Fermín Mejía Olvera (maldito seas). Aún recuerdo que el muy puto me corrió de su clase, todo por culpa de una mugrosa, y todo por que yo le jalaba el pelo en señal de desprecio (en verdad me caga la madre).

Aún sigo teniendo pesadillas con ese episodio de mi vida, me despierto sudando frío a media noche.

Desde ahí, hasta mi 5to semestre de preparatoria ODIÉ las matemáticas, se me hacían burdas, estúpidas, inservibles, apestosas. Creo que mi odio en sí, no fue por la estupidez y la intolerancia de aquél maestro petulante, si no porque nunca entendí la materia al 100%.

Porque tiempo después, tomé unos cuántos cursos de matemáticas, y son bien poca madre: te permiten saber si el banco te quiere meter la verga (logaritmos), te ayudan a tener una voz bien sexy como la del Morro de la Ke-Buena (gráficas de Sen y Cos), te permite saber la localización de un punto en el globo terráqueo (coordenadas polares); y le seguiría, pero de seguro ya se están aburriendo de las aplicaciones (pinches nacos).

Tal vez para un ingeniero o para algún otro nerdo éste post ya se le está pareciendo aburrido, o a lo mejor y no pero igual sigue aquí de chismoso; sea cual sea el caso, quiero simplemente externar mi eterno agradecimiento a cierto maestro que, a pesar de ser un pesado de primera y tener un sentido del humor comparable con el del Papa Benedicto XVI, supo hacer de “ése pinche curso sabatino” llevadero, y, para mi gusto, interesante.

¡¡Chingas a tu madre!!